¿Qué son las “guerras del streaming”?

Te explicamos de qué van las “guerras del streaming”, en las que están enfrascadas compañías como Netflix, Disney, Apple y Warner.

Lalo OrtegaLalo Ortega  ·  agosto 29, 2022
Última actualización: agosto 30, 2022 - 05:53 pm
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¿Qué son las “guerras del streaming”?
Crédito: Oscar Nord / Unsplash

Si eres un entusiasta del cine y la televisión en cualquiera de sus formas, seguro te habrás encontrado alguna vez con el término “guerras del streaming”. De ser así, seguramente lo habrás leído con relación al ascenso, crecimiento y recientes problemas de Netflix, la pionera y líder histórica en el mercado del streaming de video.

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Sobra decir que no se trata de una “guerra” en el sentido real de la palabra, sino que estamos hablando más de una carrera por el dominio comercial de un mercado.

Netflix app
Cada vez más compañías luchan por un espacio en tu pantalla y por más tiempo de tu atención. Crédito: Stock Catalog / Creative Commons

Entonces, en términos sencillos, si te preguntabas qué son las guerras del streaming, la respuesta es: una competencia entre grandes compañías tecnológicas, estudios cinematográficos y de televisión por dominar el mercado del streaming de video.

Claro que el asunto es más complejo que eso. ¿Por qué les llamamos “guerras”? ¿Cómo comenzó todo? ¿Quiénes están implicados? ¿A dónde va el asunto? Son temas amplio e interesantísimos que desmenuzaremos a continuación.

¿Cómo comenzaron las guerras del streaming?

Los lectores menos jóvenes recordarán que, hace ya tiempo, ver películas o series era un proceso bastante más limitado. Los largometrajes se veían en el cine; y las series, en televisión. Era (y sigue siendo) posible comprarlas o rentarlas en DVD o Blu-ray por medio de videoclubes, o podías esperar a retransmisiones en algún canal de televisión (abierta o de paga).

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Eso era, claro, hasta que Netflix entró en escena.

Otra cosa que no muchos recuerdan es que la compañía cofundada por Marc Randolph y Reed Hastings comenzó ofreciendo un servicio de rentas de DVD por correo (Hastings, supuestamente, se inspiró en su indignación por una multa de 40 dólares por la devolución tardía de una película a Blockbuster).

DVD de Netflix
Esto era Netflix: DVD en tu buzón. Crédito: Min Liu / Creative Commons

Sin embargo, Netflix cambiaría el juego en 2007 por medio de la magia del internet: con acuerdos de licenciamiento, podíamos tener centenares de películas y series de cualquier estudio, canal o franquicia directo en casa, bajo demanda y en un solo lugar, a cambio de una suscripción mensual. Todo gracias a una cosa llamada “streaming”.

Por un tiempo, las aguas se mantuvieron calmadas. Netflix fue un éxito que no hizo más que crecer, en un mercado donde el modelo transaccional (como el que tenían iTunes y Vudu, de pago por película o serie) era la norma. Se trataba de una compañía de Silicon Valley que suponía un beneficio para los grandes estudios de Hollywood: Netflix pagaba las licencias de las películas y las series, y todos contentos.

Eso, con el tiempo, fue cambiando. La “N” roja expandió sus horizontes hacia la creación de contenido original, que no pudiera verse en las salas de cine o en los canales de televisión de donde provenía el grueso de su catálogo hasta entonces. En 2013 vimos el comienzo de esa expansión, con el estreno de series como House of Cards o películas como Beasts of No Nation.

El crecimiento seguía, al igual que la búsqueda por legitimidad en una industria. Durante esa década, la compañía tecnológica realizó grandes esfuerzos por crear producciones dignas de galardones como los Emmy o los Óscar (eso sí, la estatuilla dorada en la categoría de mejor película aún es materia pendiente para la compañía liderada por Hastings, gracias a Apple).

Con unas segundas oficinas en Sunset Boulevard (junto al lote donde se filmó El cantante de Jazz, un parteaguas en la historia de Hollywood), Netflix dejaba sus intenciones bien claras: el streaming era el futuro del entretenimiento audiovisual (y la compañía estaba a la cabeza).

Netflix Hollywood
Netflix exhibe sus estatuillas en sus oficinas de Hollywood, más enfocadas en la creación de contenido. Crédito: Netflix

En pocas palabras, Netflix era un peligro existencial para los grandes estudios y televisoras de Hollywood, que se dieron cuenta de ello cuando su gran rival ya era un coloso con millones de suscriptores por todo el mundo (licenciar los títulos de los estudios a Netflix era como “venderle armas nucleares al enemigo”, diría años más tarde el antiguo CEO de Disney, Bob Iger).

El lucrativo mercado del streaming era el campo de batalla, en el que ya también pisaban fuerte otras tecnológicas como Amazon con Prime Video. La semilla de las guerras del streaming había sido sembrada.

¿Quiénes compiten en las guerras del streaming?

Aunque todo inició como una lucha entre los disruptores de Silicon Valley y un Hollywood que vio amenazado su modus vivendi, lo cierto es que, actualmente, estamos en un escenario en el que cada quien busca “jalar agua para su molino”.

Por un lado, tenemos a compañías tecnológicas como Netflix, Amazon (con Prime Video) y Apple (con Apple TV+) que han buscado abrirse campo en la industria del entretenimiento audiovisual, donde tradicionalmente dominaban los grandes estudios como Disney, Warner Bros., Paramount Pictures, Universal Pictures y Sony Pictures (cada uno perteneciente a grandes conglomerados mediáticos que también poseen canales de televisión y otras divisiones).

A su vez, estos operan en sentido contrario: intentan obtener una rebanada más grande del pastel del streaming, en el que primero incursionaron las tecnológicas. Para ello, muchos de estos conglomerados han apostado por una estrategia similar a la de Netflix para competir en las guerras del streaming: lanzar sus propios servicios con producciones exclusivas.

Disney+
Una de las reinas de la pantalla grande, en la pelea por entrar en la pantalla más chica. Crédito: Mika Baumeister / Unsplash

Así, Disney desveló Disney+ en 2019, además de poseer participación mayoritaria en la plataforma Hulu en Estados Unidos y lanzar Star+ como su equivalente en otros territorios. WarnerMedia, entonces perteneciente al conglomerado AT&T, lanzó HBO Max por esas mismas fechas; también es posible registrar a Paramount Global con Paramount+ y NBCUniversal con Peacock en los Estados Unidos.

Esto ha resultado en algunos cambios masivos en la industria. En su gran apuesta por expandir su librería de contenido, Disney absorbió 21st Century Fox en 2019. En 2022, WarnerMedia fue desprendida de AT&T para fusionarse con Discovery, Inc. y formar Warner Bros. Discovery (cuyas consecuencias en la industria veremos más adelante).

Claro que otras compañías de medios han optado por estrategias distintas. Salvo cierto experimento llamado Crackle, Sony Entertainment se ha mantenido prácticamente al margen al apostar más por la experiencia de las salas de cine y optar por el streaming transaccional, así como por acuerdos de licenciamiento con plataformas como Netflix o HBO Max en ciertos territorios.

En la escena internacional, también están los comodines o los actores atípicos que atienden a nichos más acotados. Plataformas como MUBI apuestan por el cine de autor, independiente, de culto o perteneciente al gran paraguas del “cine de arte”. Otras, como Crunchyroll (actualmente de Sony Entertainment), se dirigen al público aficionado al anime.

¿Cómo nos afectan las guerras del streaming?

Vistas de lejos, las guerras del streaming podrían parecer como luchas de billetazos entre colosos corporativos, en una pelea por algo intangible pero valiosísimo: tu tiempo y tu atención. Sin embargo, como consumidores de contenido, esta carrera por el dominio mediático sí que tiene sus inconvenientes.

El primero es un exceso en la oferta de producciones que resulta en lo que conocemos como la “paradoja de la elección”: la tendencia a la insatisfacción por las decisiones que tomamos, cuantas más opciones tenemos.

Netflix: plan con publicidad augura otra impopular característica
Durante años, Netflix ha estrenado decenas de producciones originales cada semana. Foto: Mollie Sivaram / Unsplash

En otras palabras: hay muchísimas películas y series para ver (quizá más que nunca en la historia de la humanidad), y muy poco tiempo en nuestras vidas para ello. No sólo eso, pasamos una abrumadora cantidad de ese tiempo decidiendo qué ver entre las montañas de contenido nuevo y experimentamos una constante sensación del famoso FOMO (Fear of Missing Out) o el sentimiento de que nos estamos perdiendo de una experiencia importante.

Sitios de internet como JustWatch y Filmelier pueden ayudarte a filtrar el ruido de tan abrumadora marea de contenido. Sin embargo, no cambian el hecho de que hoy se producen más películas y series de las que es concebible ver en el lapso de una vida humana.

El otro gran problema, y uno más profundo, es que hoy nuestra cultura está en manos de grandes emporios, que deciden qué hacer con ella de forma arbitraria en nombre de las ganancias y las finanzas corporativas.

¿Necesitamos ahorrar dinero y pagar las regalías para tener una serie en el catálogo? ¿Sí? Pues adiós, desaparece de la plataforma para no ser vista jamás. Eso es exactamente lo que ha pasado con el cambio de estrategia en Warner Bros. Discovery con HBO Max: títulos originales han desaparecido del catálogo como una medida para reducir costos. Esto luego de que la nueva compañía adquirió buena parte de una deuda de 43 mil millones de dólares que ya arrastraba WarnerMedia.

Así que, curiosamente, las guerras del streaming no marcaron la extinción del formato físico, como el Blu-ray o el DVD. Por el contrario, se han vuelto más necesarios que nunca en términos de la preservación de nuestra cultura audiovisual.

¿Para dónde van las guerras del streaming?

Desde el ascenso de Netflix hasta el lanzamientos de sus grandes competidoras en Disney+, HBO Max y similares, las guerras del streaming estaban en su apogeo: la etapa de crecimiento de una industria.

Hoy, estamos presenciando la etapa de su consolidación. Lejos están los años de toneladas de contenido original cada semana, pruebas gratis, catálogos infinitos, contraseñas compartidas y futuros prometedores de crecimiento económico estratosférico. Para ponerlo en términos de negocios: el océano dejó de ser azul hace mucho mucho tiempo. Ahora es de un vívido color rojo Netflix.

El ave de mal agüero, de hecho, fue el desplome de suscriptores —además del valor en acciones— de Netflix este año, con más de 1 millón de miembros perdidos en 2022. La contracción de la compañía liderada por Reed Hastings, hasta entonces líder del segmento, ha puesto en duda la rentabilidad del mercado de streaming de video como un todo.

Netflix Not Stonks
“Not Stonks” resume el sentir dentro de Netflix durante 2022. Crédito: The Focal Project / Creative Commons

Bajo la mirada suspicaz de Wall Street, el futuro de las guerras del streaming se resume a lo siguiente: creación de contenido a un ritmo más moderado y “estratégico”, una alza de precios y publicidad.

Todo puede ejemplificarse con la estrategia que está adoptando Netflix. En el mediano plazo, el servicio implementará un plan de suscripción con un precio más bajo, respaldado por publicidad (gestionada por Microsoft), para atraer a los suscriptores que se fueron por el alza de precios —o a los que no se han animado a contratar porque el costo es muy elevado—. En Estados Unidos, alternativas como HBO Max y Paramount+ ya han implementado opciones con anuncios, cosa que Disney+ hará próximamente (incluso en América Latina).

En este sentido, cabe mencionar que otros servicios han existido únicamente bajo un modelo sustentado por anuncios. Las plataformas AVOD (Advertising-Supported Video On Demand) como Pluto TV o Tubi se han mantenido rentables ofreciendo contenido gratuito a cambio de cortes comerciales (aunque, claro, con catálogos más limitados).

Por otro lado, Netflix dejará de lado su estrategia de lanzar decenas de producciones nuevas a la semana con el objetivo de ofrecer “algo para todos” en todo el mundo. Reportes indican que la jugada será apostar por menos producciones, pero de mayor manufactura (en vez de invertir en cinco películas de 30 millones de dólares cada una, producirán una sola de 150 millones).

El hombre gris
En Netflix, costosas producciones como El hombre gris serán el patrón a seguir. Crédito: Netflix

Dicho esto, las guerras del streaming llegaron a este punto gracias a un nivel de inversión masivo (casi imprudente, se podría decir). Con el afán de salir de deudas para alcanzar la codiciada rentabilidad, compañías como Disney han incrementado los precios de casi todos sus planes y plataformas.

Netflix lleva años haciendo esto último, así que no debe ser sorpresa que casi todos sus competidores, con el tiempo, incrementen sus precios a pesar de la integración de publicidad (quizá con la excepción de Prime Video, puesto que la plataforma de Amazon tiene un modelo de negocios distinto).

En resumen: la burbuja se ha roto, el porvenir no luce tan brillante y quizá las guerras del streaming ya no sean tan emocionantes. Pero eso no quiere decir que este tipo de servicios vaya a desaparecer. Mientras no se invente algo mejor, sigue siendo el futuro de nuestro entretenimiento audiovisual.